Cuando se miraron por primera y última vez se dieron cuenta de lo cruel que podia llegar a ser el destino.

A la chica de hielo no le importaba morir abrasada en el cálido abrazo de aquel joven, pero temía congelarlo, por eso se perdió entre la ventisca de aquella terrible noche tormentosa para no volverlo a ver. El joven, a pesar del paso de los años, jamás la olvidó.

Antes de dormirse para no despertar nunca, soñó con aquella mirada gélida, y por primera vez la recordó tal y como era, con un brillo cálido en su interior.

Murió con una sonrisa en los labios.